Una nariz tapada, un diagnóstico desesperante y la recomendación médica que no quiso cumplir: “Papá, ¿me voy a morir?”
• Un joven de Paraná superó un aneurisma cerebral tras un diagnóstico inesperado y una compleja cirugía. • Su historia refleja el desafío familiar, la empatía médica y la resiliencia ante la adversidad. • Hoy, Nacho Guzmán volvió al deporte y a la vida.



En 2012, la vida de Nacho Guzmán, un joven deportista de Paraná, Entre Ríos, cambió radicalmente tras un diagnóstico inesperado. Lo que comenzó como una consulta médica por sinusitis terminó revelando un aneurisma gigante en la carótida oftálmica izquierda, una condición potencialmente mortal. El hallazgo, realizado a través de una tomografía y confirmado por resonancia magnética y angiografía, sumió a la familia Guzmán en una carrera contrarreloj para salvar la vida de Nacho.
La noticia fue devastadora. Los médicos advirtieron que cualquier esfuerzo físico podría ser fatal, por lo que Nacho debió abandonar de inmediato el deporte, su gran pasión. La familia, profundamente ligada al básquet, enfrentó momentos de angustia y decisiones difíciles. “No puede ni tirarse un pedo fuerte porque es peligrosísimo”, relató el padre sobre la gravedad de la situación según los médicos.
La búsqueda de una solución llevó a Nacho y sus padres a Rosario, donde el doctor Sergio Petrochelli propuso una embolización endovascular, un procedimiento de alta complejidad y costo. El precio del stent necesario superaba los 170 mil dólares, una suma inalcanzable para la familia. Sin embargo, la empatía de los profesionales y la colaboración de la obra social permitieron que Nacho accediera al tratamiento.
La primera intervención no fue suficiente y requirió una segunda cirugía urgente. Tras días de incertidumbre, los médicos lograron colocar los dispositivos necesarios. Sin embargo, una complicación posterior provocó el colapso de la arteria afectada. Contra todo pronóstico, el cuerpo de Nacho generó una circulación alternativa, salvando su vida.
La recuperación fue larga y estuvo marcada por la frustración de no poder practicar deportes. El dilema familiar sobre permitirle volver a jugar fue intenso, pero finalmente Nacho regresó a las canchas, bajo estricta supervisión médica. “Pasé tiempos complicados porque me vi en la situación de no poder jugar mi deporte... Pero si algo aprendí es que, aunque los sueños parezcan hundirse, uno tiene que aferrarse siempre a sus objetivos”, reflexionó Nacho.
Hoy, con 26 años, Nacho es profesor de educación física y entrenador de básquet. Su historia es un testimonio de resiliencia, empatía médica y la importancia de la detección temprana. La experiencia dejó huellas profundas en la familia Guzmán, transformando su visión sobre la vida y la salud.
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