El sistema científico argentino atraviesa un momento de tensión tras la decisión del Gobierno nacional de eliminar el histórico programa PICT, principal fuente de financiamiento para la investigación básica en el país. La medida, implementada por la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), implica la cancelación de adjudicaciones pendientes y el cierre de futuras convocatorias, afectando a miles de investigadores y becarios.

Cinco miembros del directorio del CONICET, junto con el Consejo Interuniversitario Nacional, manifestaron su rechazo a la medida y expresaron su preocupación por el impacto en la continuidad de proyectos científicos y la subsistencia de equipos consolidados. "El ecosistema científico argentino requiere de sostén estatal para garantizar su funcionamiento", señalaron en una carta pública, advirtiendo que la interrupción del financiamiento compromete la producción de conocimiento estratégico y la formación de recursos humanos.

En contraste, el presidente del CONICET, Daniel Salamone, se abstuvo de firmar el rechazo, alineándose con la postura del Poder Ejecutivo. Esta decisión generó divisiones internas y profundizó el debate sobre el rumbo de la política científica nacional.

Como respuesta, la Agencia I+D+i anunció el lanzamiento de nuevas convocatorias para 2026, orientadas a proyectos con impacto productivo y articulación con el sector privado. Estas líneas de financiamiento permitirán solicitar hasta 200.000 dólares para investigación aplicada y hasta 500.000 dólares para startups tecnológicas, con la condición de que las empresas aporten una parte del presupuesto y los proyectos demuestren utilidad directa para la industria.

El cambio de enfoque busca alinear la investigación científica con las necesidades de sectores estratégicos como la agroindustria, la energía, la minería y la salud. Sin embargo, representantes de la comunidad científica advierten que la eliminación del PICT puede fragmentar el sistema, debilitar la docencia universitaria y limitar la capacidad de innovación a largo plazo.

El debate sobre el equilibrio entre ciencia básica y aplicada sigue abierto, mientras la comunidad científica reclama instancias de diálogo y revisión de las políticas adoptadas. El futuro del sistema científico argentino dependerá de cómo se resuelva esta tensión entre la búsqueda de resultados inmediatos y la necesidad de sostener la investigación fundamental.