Volver a noticias
16 de agosto de 2025
Economia
San Antonio de Areco

Cuatrocientos años de historia para una estancia que todavía se mantiene en pie

• La estancia Las Palmas, en San Antonio de Areco, cumple 400 años de historia rural argentina • Pasó por familias emblemáticas y fue centro de innovación agropecuaria • Su evolución refleja el desarrollo social y económico del país 🇦🇷

Cuatrocientos años de historia para una estancia que todavía se mantiene en pie - Image 1
Cuatrocientos años de historia para una estancia que todavía se mantiene en pie - Image 2
Cuatrocientos años de historia para una estancia que todavía se mantiene en pie - Image 3
1 / 3

La estancia Las Palmas, situada en San Antonio de Areco, provincia de Buenos Aires, representa uno de los patrimonios rurales más antiguos y emblemáticos de Argentina. Su historia, que se remonta a más de cuatro siglos, comenzó con Cristóbal de Altamirano, uno de los compañeros de Juan de Garay en la fundación de Buenos Aires en 1580. Altamirano recibió tierras en la región y, posteriormente, su descendiente donó la propiedad a la Compañía de Jesús, marcando el inicio de una etapa de organización y progreso científico en la producción agropecuaria.

Durante el siglo XVIII, la estancia bajo administración jesuita se consolidó como un centro de referencia en la producción ganadera y agrícola, con más de 62.000 hectáreas y una estructura productiva que incluía miles de cabezas de ganado, caballos y mulas, además de una importante fuerza laboral compuesta por esclavos. La expulsión de los jesuitas en 1767 provocó la transferencia de la propiedad a familias influyentes, entre ellas los Otálora, González Rivadavia y Soler, quienes mantuvieron y diversificaron la explotación rural.

A fines del siglo XIX, Benito Villanueva, político y presidente del Jockey Club, introdujo la cría de caballos y aprovechó las instalaciones históricas para modernizar la estancia. En 1889, el coronel Alfredo Froilán de Urquiza adquirió la propiedad y, junto a su esposa Lucila de Anchorena, implementó mejoras significativas, como la división en potreros, la siembra de alfalfa y la instalación de tambos con ordeñe diario, lo que permitió abastecer de leche a la capital.

Tras la muerte de Urquiza en 1939, la estancia pasó a manos de su hija María Lucila, quien debió afrontar desafíos económicos para conservar el patrimonio. Posteriormente, la propiedad se dividió entre sus descendientes y, en 1992, una fracción fue adquirida por un grupo privado. La historia de Las Palmas fue documentada por Josefina Fornieles en una obra que destaca el papel de las familias propietarias, los trabajadores rurales y las mujeres pioneras en el desarrollo de la estancia.

La trayectoria de Las Palmas ilustra la evolución de la propiedad rural argentina, desde la encomienda colonial hasta la modernización agropecuaria, y su vínculo con figuras políticas y sociales de relevancia nacional. El seguimiento de sus propietarios permite reconstruir la historia social y económica de la región, consolidando a la estancia como un símbolo de progreso y organización en el campo argentino.