Rosa Roisinblit, presidenta honoraria de Abuelas de Plaza de Mayo y referente indiscutida en la defensa de los derechos humanos en Argentina, falleció a los 106 años. Su vida estuvo marcada por la tragedia personal y la lucha colectiva: en 1978, su hija Patricia y su yerno José Manuel Pérez Rojo fueron secuestrados por la dictadura militar, mientras Patricia estaba embarazada de ocho meses. La nieta mayor, Mariana, quedó al cuidado de familiares, y el destino del bebé por nacer se mantuvo en la incertidumbre durante más de dos décadas.

Desde el primer momento, Rosa inició una búsqueda incansable, golpeando puertas y sumándose a otras mujeres en la misma situación. Así nació su vínculo con las Abuelas de Plaza de Mayo, organización que sería clave en la denuncia internacional de los crímenes de la dictadura y en la creación de herramientas como el Banco Nacional de Datos Genéticos, fundamental para la restitución de la identidad de los nietos apropiados.

En el año 2000, tras una denuncia anónima y un proceso de identificación genética, Rosa pudo finalmente reencontrarse con su nieto, Guillermo, quien había sido criado por un integrante de la Fuerza Aérea. "Soy tu otra abuela", le dijo Rosa en ese primer encuentro, sellando un lazo que la dictadura intentó romper.

Rosa Roisinblit no solo buscó a su nieto, sino que dedicó su vida a la búsqueda de todos los niños y niñas apropiados. Participó activamente en la vida institucional de Abuelas, impulsando iniciativas científicas y legales para la recuperación de la identidad. Su compromiso fue reconocido por la sociedad argentina y por organismos internacionales.

La despedida a Rosa tendrá lugar este domingo en Loyola 1139 y luego en el cementerio de La Tablada. Sus compañeras de Abuelas y su familia la recordaron como una mujer solidaria, perseverante y llena de amor. Su nieta Mariana expresó en redes: "Para mí sos eterna". Su nieto Guillermo destacó: "Me alivia pensar que después de 46 años vuelve a encontrarse con mi mamá y con su gran amor, mi abuelo Benjamín".

El legado de Rosa Roisinblit trasciende su historia personal y se inscribe en la memoria colectiva argentina, como símbolo de la lucha por la verdad, la justicia y la identidad.