El Papa Francisco, conocido en su juventud como Jorge Mario Bergoglio, enfrentó una grave infección pulmonar a los 21 años que requirió la extirpación del lóbulo superior de su pulmón derecho. Este episodio, ocurrido en 1957 mientras estudiaba en el seminario, marcó profundamente su vida y su salud futura.

En ese entonces, una epidemia de gripe afectó a muchos de sus compañeros en el seminario, pero Bergoglio desarrolló complicaciones más severas. Fue trasladado al Hospital Sirio Libanés en Buenos Aires, donde los médicos diagnosticaron quistes pulmonares y un derrame pleural bilateral. Según relató el propio Papa, los médicos le extrajeron un litro y medio de líquido del pulmón antes de decidir que era necesaria una cirugía para extirpar el lóbulo afectado.

La operación fue exitosa y permitió una recuperación completa. "Nunca sentí ninguna limitación en mis actividades", afirmó el Papa en entrevistas posteriores. Sin embargo, la intervención dejó cicatrices físicas que, con el tiempo, han predispuesto a infecciones respiratorias recurrentes. Según el doctor José Viudes, especialista en neumonología, estas cicatrices, conocidas como "bronquiectasias", dificultan la expulsión de secreciones pulmonares, lo que aumenta el riesgo de infecciones bacterianas resistentes.

El concepto de "pulmón vicariante" explica cómo el pulmón remanente de Bergoglio se expandió para suplir la función del lóbulo extirpado. Aunque este mecanismo ha permitido que el Papa lleve una vida activa, las complicaciones relacionadas con la edad y la inflamación crónica han agravado su estado de salud en los últimos años. Durante su última hospitalización, fue necesario administrarle transfusiones de glóbulos rojos y oxígeno para combatir una infección bacteriana resistente.

A pesar de estos desafíos, el Papa ha señalado que esta experiencia temprana con la enfermedad y el dolor marcó profundamente su perspectiva sobre la vida. "Me cambió las pautas", afirmó en su autobiografía, destacando cómo este episodio influyó en su visión de la fragilidad humana y la resiliencia.

El caso del Papa Francisco ilustra cómo una intervención médica temprana puede salvar vidas, pero también cómo las secuelas de una enfermedad grave pueden tener un impacto duradero. Su historia es un testimonio de resiliencia y adaptación frente a la adversidad.