El reciente cruce entre el presidente Javier Milei y la historiadora rosarina Camila Perochena ha generado un intenso debate en la esfera pública argentina. Todo comenzó durante un programa televisivo emitido el 9 de julio, en el que Perochena y el director de la Casa de Tucumán, José María Posse, discutieron sobre el uso político de la historia y la afirmación de que Argentina fue una potencia mundial en 1910. Perochena sostuvo que, aunque el país era rico en esa época, no podía considerarse una potencia mundial y advirtió sobre el peligro de los relatos mitológicos al servicio de liderazgos políticos.

La discusión trascendió el ámbito televisivo cuando Javier Milei, a través de la red social X, calificó a la historiadora de "patética" y afirmó que tenía "el cerebro lleno de parásitos". La respuesta de Perochena no se hizo esperar: "Los historiadores no estamos para avalar los mitos que construyen los liderazgos mesiánicos que abundan en nuestra historia". El intercambio provocó una ola de reacciones en redes sociales y medios de comunicación.

Desde la Universidad Nacional de Rosario, donde Perochena se graduó, y otras instituciones académicas, se emitieron comunicados de solidaridad y repudio a los agravios presidenciales. Diversos intelectuales, escritores y figuras políticas también manifestaron su apoyo a la historiadora y criticaron el tono del presidente, señalando que este tipo de ataques personales desde la máxima autoridad nacional deterioran el debate público y la libertad de expresión.

Por su parte, funcionarios y simpatizantes del gobierno defendieron la postura de Milei, argumentando que la visión de Perochena está sesgada por su ideología y que el debate sobre la historia debe ser abierto y plural. Sin embargo, el episodio reavivó la preocupación por la tendencia a reemplazar a directores de museos historiadores por figuras con perfil político, así como por el avance de discursos antiintelectuales en la esfera pública.

El caso pone de relieve la creciente polarización en el debate público argentino y la necesidad de preservar espacios de discusión respetuosa y fundamentada, especialmente en torno a temas históricos que forman parte de la identidad nacional.