Argentina vive un punto de inflexión en su sector energético, impulsado por el crecimiento de Vaca Muerta y el avance de proyectos de exportación de petróleo y gas. El presidente del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG), Ernesto López Anadón, subrayó que el mercado interno ya está cubierto y que el futuro del sector depende de un salto exportador, que requerirá inversiones anuales de entre 20.000 y 30.000 millones de dólares y la perforación de unos 1.000 pozos por año.

En los últimos dos años, la producción nacional superó el pico histórico de los años 90, consolidando a Argentina como un actor relevante en el mercado global. El sector energético, que emplea a más de 220.000 personas y moviliza una extensa red de pymes proveedoras, se apoya en la ampliación de infraestructura clave, como gasoductos, terminales de exportación y plantas de licuefacción.

Tres mega proyectos de Gas Natural Licuado (GNL) —liderados por YPF, Southern Energy y Camuzzi— prometen transformar la matriz exportadora del país. Se proyectan ingresos anuales de 13.500 millones de dólares y un flujo total de hasta 270.000 millones en las próximas dos décadas. El proyecto de YPF, en alianza con ENI y ADNOC, prevé exportaciones iniciales de 12 millones de toneladas anuales, mientras que Southern Energy y Camuzzi avanzan con iniciativas complementarias y acuerdos internacionales de largo plazo.

El sector enfrenta desafíos significativos, especialmente en materia de financiamiento y competitividad internacional. La infraestructura energética ha migrado hacia modelos de consorcios privados, y el acceso a financiamiento internacional es visto como clave para sostener el ritmo de inversiones. "Estamos en carrera contra otros proyectos similares en el mundo", advirtió López Anadón, quien reclamó reglas claras y estabilidad regulatoria.

En paralelo, la generación de energías renovables alcanzó un récord histórico, representando casi el 25% de la matriz eléctrica nacional. El debate sobre la transición energética y la eficiencia cobra fuerza, en sintonía con los compromisos asumidos en foros internacionales como la COP30.

El clima en el sector es de optimismo, aunque matizado por la cautela ante los desafíos financieros y regulatorios. Expertos y empresarios coinciden en que la oportunidad es histórica, pero advierten que el éxito dependerá de la capacidad de sostener inversiones, profesionalizar la cadena de valor y avanzar hacia un desarrollo energético sostenible y competitivo.