Una invasión de libélulas ha captado la atención de los habitantes de Bariloche, el Alto Valle y Neuquén en los últimos días. Miles de estos insectos, conocidos popularmente como "alguaciles" o "helicópteros", han sido vistos sobrevolando jardines, plazas y hasta ingresando a viviendas y oficinas, generando sorpresa y diversas reacciones entre la población.

Especialistas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Conicet y la Universidad Nacional del Comahue explicaron que este fenómeno, aunque llamativo, no representa ningún peligro para las personas. "No son agresivas, ni peligrosas para el ser humano. Y controlan poblaciones de insectos, especialmente mosquitos y otros dípteros", aclaró Valeria Fernández Arhex, investigadora del IFAB. Federico Deherve, entomólogo de la UNCo, agregó: "Son insectos anfibios, cumplen una parte del ciclo vital juvenil en el agua y cuando son adultos los vemos volando. Toda la población juvenil no la vemos porque están abajo del agua pero sí los adultos en grandes cantidades".

La aparición masiva de libélulas se atribuye a una combinación de factores: el aumento de las temperaturas, la abundancia de alimento durante la etapa juvenil y la disminución de peces depredadores en los cuerpos de agua de la región. "Este aumento de calor probablemente hizo que las ninfas acuáticas maduraran a adultos", explicó Fernández Arhex. Además, la sobreoferta de presas, como larvas de mosquitos, y la falta de depredadores naturales han permitido que una mayor cantidad de libélulas alcance la adultez.

Lejos de ser una plaga, las libélulas cumplen un rol ecológico fundamental al alimentarse de mosquitos y otros insectos, contribuyendo al control de especies que pueden transmitir enfermedades. Los especialistas recomiendan no matarlas ni rociarlas con insecticidas, sino ayudarlas a salir de los hogares si ingresan, utilizando un vaso o frasco transparente. "Su presencia en las viviendas es temporal, los atraen las luces, pero es importante entender que son benéficos para nosotros", subrayó Deherve.

En la cultura local, las libélulas suelen asociarse a la llegada de lluvias y a significados espirituales de transformación y buen augurio, aunque en el ámbito rural también existen creencias que las vinculan a malos presagios para las cosechas. Sin embargo, desde la biología, su presencia es un indicador de ambientes acuáticos saludables y de un equilibrio ecológico positivo.

El fenómeno, que ya se había registrado en 2012, recuerda la importancia de comprender y respetar los ciclos naturales, especialmente en regiones donde el equilibrio ambiental es clave para la calidad de vida.