El déficit de dólares en la cuenta corriente argentina, que superó los US$5.000 millones en el primer trimestre de 2025, se ha convertido en el eje de un intenso debate entre el Gobierno y economistas. El ministro de Economía, Luis Caputo, defendió públicamente este saldo negativo, calificándolo como "sano y absolutamente razonable" en una economía que muestra signos de crecimiento. Según Caputo, el desequilibrio responde a un incremento en la inversión y la demanda externa, factores que acompañan la reactivación de la actividad económica.

Durante el congreso Somos Pymes, realizado en La Rural, Caputo instó a los empresarios a "cambiar el chip" y enfocarse en la eficiencia y la inversión, asegurando que el déficit actual ya no financia el rojo del sector público, sino que es producto de decisiones del sector privado. "No es que no le prestamos atención al rojo de dólares, pero hago esta explicación para que entiendan y no se dejen seguir engañando por gente que no entiende o tiene otros objetivos", afirmó el ministro ante un auditorio de pequeños y medianos empresarios.

El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, respaldó la postura oficial y explicó que gran parte de los dólares salientes se destinan a la importación de bienes de capital, necesarios para sostener el crecimiento económico. Francos descartó la posibilidad de una devaluación en el corto plazo y subrayó que el tipo de cambio se mantiene flotante dentro de las bandas establecidas por el Gobierno.

Sin embargo, la visión oficial es cuestionada por varios economistas. Carlos Melconian advirtió que el actual esquema cambiario "tiene fecha de defunción" y anticipó presiones sobre el dólar a medida que se paguen importaciones postergadas. Otros analistas, como Luis Secco y Martín Polo, señalaron la importancia de conseguir financiamiento externo para sostener el déficit y advirtieron sobre la dependencia de los vaivenes del mercado internacional.

El debate refleja la tensión entre la visión optimista del Gobierno, que apuesta a la llegada de inversiones y la consolidación del crecimiento, y la cautela de los analistas, que subrayan los riesgos de sostenibilidad y la necesidad de monitorear de cerca la evolución de las reservas y el acceso al financiamiento. El desenlace dependerá, en gran medida, de la capacidad del país para mantener la confianza de los mercados y evitar desequilibrios mayores en el futuro.