La Justicia de Salta condenó a Marina Jiménez, fundadora y directora del Ballet Salta, a 10 años de prisión por el abuso sexual de su nieto, ocurrido entre los 10 y 17 años de la víctima. La sentencia, que aún no está firme, ha generado un profundo impacto en la comunidad artística y en la sociedad salteña, dada la trayectoria de Jiménez como referente del folklore nacional.

La denuncia fue presentada en 2022 por el propio nieto, Emanuel, quien relató los abusos sufridos durante su infancia y adolescencia. "Es muy doloroso, me costó mucho poder hablarlo. Sentí mucha vergüenza durante mucho tiempo", declaró la víctima, quien hoy tiene 31 años. El proceso judicial incluyó pericias interdisciplinarias y testimonios de familiares y allegados, que permitieron reconstruir los hechos y avanzar hacia la condena.

El padre de la víctima, Aníbal Jiménez, acompañó a su hijo en la denuncia y expresó su conformidad con el fallo: "Se hizo justicia". Sin embargo, la defensa de Marina Jiménez anunció que apelará la sentencia, por lo que la acusada permanece en libertad hasta que se resuelvan los recursos legales y se determine si la pena será de cumplimiento efectivo o domiciliario, considerando su edad y estado de salud.

El Ballet Salta, institución fundada en 1970 y de gran prestigio en el país, emitió un comunicado en el que subraya que la sentencia no está firme y que Jiménez continuará cumpliendo con las obligaciones procesales. "Renovamos nuestro compromiso con la transparencia, la responsabilidad institucional y el respeto hacia nuestra comunidad", señalaron desde la entidad.

El caso ha puesto en debate la protección de menores en ámbitos familiares y artísticos, así como la dificultad de las víctimas para denunciar abusos intrafamiliares. Emanuel, la víctima, alentó a otras personas en situaciones similares a buscar ayuda y no callar. "Durante mucho tiempo pensé que no tenía suerte en la vida, pero hoy puedo decir que salir adelante y que se haya hecho justicia es un alivio", concluyó.

La condena a Marina Jiménez marca un precedente en la provincia y en el mundo artístico, y abre interrogantes sobre el futuro del Ballet Salta y la respuesta institucional ante casos de abuso.