La confirmación de la condena judicial a Cristina Fernández de Kirchner por parte de la Corte Suprema de Justicia marcó un punto de inflexión en la política argentina. La ex presidenta deberá cumplir seis años de prisión y quedó inhabilitada de por vida para ejercer cargos públicos, tras ser hallada culpable de corrupción en la obra pública. Esta decisión generó una inmediata reacción en el peronismo, que se movilizó en respaldo a su líder, aunque las tensiones internas quedaron expuestas.

En los días posteriores al fallo, la sede del Partido Justicialista fue escenario de reuniones y gestos de apoyo a CFK. Dirigentes como Máximo Kirchner, Sergio Massa y Juan Grabois se mostraron unidos en la denuncia de una supuesta proscripción política, mientras se organizaban movilizaciones para acompañar a la ex mandataria a Comodoro Py, donde será notificada de su prisión domiciliaria. Sin embargo, la ausencia de Axel Kicillof, gobernador bonaerense, en los principales encuentros evidenció las fracturas dentro del espacio. Sectores cristinistas y de La Cámpora acusan a Kicillof de buscar autonomía y de no alinearse con la conducción de CFK, lo que complica la unidad de cara a las próximas elecciones.

El fallo judicial también reavivó el debate sobre la reforma de la Corte Suprema y el control de la Justicia, mientras el oficialismo y la oposición recalibran sus estrategias. Analistas coinciden en que, aunque CFK queda fuera de la competencia electoral, su centralidad política se mantiene intacta y será determinante en la definición de candidaturas y en la campaña electoral. "Cristina, aunque proscripta, sigue conduciendo el proceso", sintetizó un consultor político.

El escenario de cara a 2025 y 2027 se presenta incierto, con un peronismo que busca reorganizarse y una oposición que intenta capitalizar la situación. La figura de CFK continúa polarizando el tablero político, mientras la discusión sobre la unidad y el liderazgo dentro del peronismo sigue abierta.