La confrontación política entre el presidente Javier Milei y el gobernador bonaerense Axel Kicillof alcanzó un nuevo punto álgido tras una serie de declaraciones cruzadas en actos públicos. El jueves, durante el lanzamiento de su campaña en La Plata, Milei dirigió duras críticas e insultos hacia Kicillof, a quien calificó de "pichón de Stalin", "zar de la miseria" y otros términos despectivos. El presidente responsabilizó al gobernador por la situación social y económica de la provincia de Buenos Aires y llamó a sus seguidores a "dar una batalla cruenta contra el kirchnerismo" en las próximas elecciones.

La respuesta de Kicillof no se hizo esperar. En actos realizados en San Cayetano y Mar del Plata, el gobernador optó por un tono moderado y evitó la confrontación directa. "El que grita e insulta es porque no tiene razón", afirmó, y agregó que en la provincia de Buenos Aires "no necesitamos maltratar ni insultar a nadie, pero sí decir muy bien lo que pensamos". Kicillof aprovechó la ocasión para defender su gestión, especialmente en áreas como la educación y la seguridad, y criticó los recortes presupuestarios implementados por el gobierno nacional.

El mandatario provincial también sugirió que los insultos de Milei forman parte de una estrategia de marketing político destinada a desviar la atención de los problemas reales que enfrenta la sociedad. "Me gustaría que en vez de andar insultando, recorra un poco y se ocupe por una vez de un problema real de los argentinos de carne y hueso", expresó Kicillof, quien además reclamó el cumplimiento de la Constitución y la transferencia de recursos a las provincias.

El intercambio se produce en el contexto del inicio de la campaña electoral en el distrito más poblado del país, donde las diferencias entre Nación y Provincia se han profundizado por cuestiones presupuestarias y de gestión. Mientras Milei busca consolidar su base con un discurso confrontativo, Kicillof apuesta a mostrar resultados de gestión y a mantener un tono institucional. El debate sobre el rol del Estado, la educación pública y la seguridad se posiciona como eje central de la disputa, en un clima de creciente polarización política.