En junio de 1995, la ciudad de Lincoln, en la provincia de Buenos Aires, fue escenario de uno de los premios más recordados de la historia del Quini 6. Trece amigos, reunidos en el Club Social local, apostaron juntos y lograron ganar casi diez millones de pesos, equivalentes a dólares en la época del "uno a uno". La noticia, que rápidamente se difundió por televisión y prensa escrita, generó una ola de euforia y sorpresa tanto en la comunidad como en el país.

Julio Colombi, uno de los ganadores, recibió la noticia mientras jugaba al fútbol. "No sabía cómo decírmelo. Era mucha plata", relató su esposa Alicia, quien lo llamó para informarle. Colombi, que había invertido apenas 100 pesos, se llevó 473.400 dólares, una suma que le permitió saldar deudas, comprar campos y casas, y mejorar la calidad de vida de su familia. Sin embargo, el cambio repentino también trajo consigo desafíos: la presión mediática, el temor por la seguridad familiar y la necesidad de aprender a manejar el dinero.

"Los periodistas llamaban a cualquier hora y no podía dormir. Estuve siete días sin dormir, hasta que me internaron", contó Colombi sobre los días posteriores al premio. El grupo de ganadores, aunque celebró inicialmente, enfrentó distintas realidades: algunos lograron invertir y mantener su patrimonio, mientras que otros no lograron transformar su vida de manera permanente. "Los que tenían plata siguen teniendo plata. Y los que estaban secos siguen estando secos. No dieron vuelta su vida con eso", se comenta en Lincoln.

El dinero también sirvió para afrontar gastos de salud y permitió realizar viajes, pero no evitó dificultades personales, como accidentes familiares y problemas de salud. A pesar de todo, Colombi y su esposa mantuvieron una vida de trabajo y austeridad. "La plata es un mal necesario, pero tenés que saber manejarla", reflexionó.

Treinta años después, la historia sigue siendo parte del imaginario local y nacional, recordando el impacto que un golpe de suerte puede tener en la vida de las personas, pero también los límites y desafíos que implica. El caso de Lincoln es un ejemplo de cómo la fortuna puede cambiar destinos, pero no necesariamente transformar la esencia de quienes la reciben.