Kenya, la última elefanta que permanecía en cautiverio en Argentina, falleció a los 44 años en el Santuario de Elefantes de Brasil, adonde había sido trasladada desde el exzoológico de Mendoza en julio de 2025. La noticia fue confirmada por el equipo veterinario del santuario y diversas organizaciones de protección animal, que detallaron que la elefanta presentaba un cuadro clínico complejo y de larga evolución, consecuencia de décadas de encierro.

Según los informes preliminares de la necropsia, Kenya sufría una tuberculosis pulmonar avanzada, acompañada de osteomielitis severa, pérdida de dígitos en la mayoría de sus patas, degradación articular crónica y lesiones internas en varios órganos. Todos estos problemas, según los especialistas, eran previos a su traslado y reflejan el impacto del cautiverio prolongado. “Su cuerpo representa un caso de libro de texto sobre el daño del encierro en elefantes”, señalaron desde el Santuario de Elefantes de Brasil.

Durante sus últimos días, el equipo veterinario implementó cuidados intensivos, incluyendo antibióticos, terapias para el dolor articular, nebulizaciones y terapia láser. Kenya fue asistida permanentemente por sus cuidadores, quienes relataron que evitaba acostarse por temor a no poder reincorporarse. Finalmente, la noche anterior a su muerte, la elefanta se recostó y, al amanecer, su respiración se agravó hasta fallecer en silencio, tras emitir una “suave trompeta”.

El traslado de Kenya al santuario fue el resultado de años de preparación y debate sobre el bienestar animal, marcando el fin de los elefantes en cautiverio en Argentina. Su caso reabre la discusión sobre las consecuencias del encierro prolongado en animales silvestres y la necesidad de políticas de protección más efectivas. Desde el santuario y organizaciones como Proyecto Ele, se destacó la transparencia en la difusión de los informes médicos y la atención brindada, mientras que algunos sectores insisten en cuestionar la relación entre las muertes recientes de elefantas trasladadas desde Argentina, aunque los informes descartan un vínculo directo. El caso de Kenya se convierte así en un símbolo del daño irreversible que puede causar el cautiverio, pese a los esfuerzos de rehabilitación y cuidado en sus últimos años.