Entre 1944 y 1952, el arquitecto Carlos Ciríaco Massa transformó el paisaje urbano de Buenos Aires al construir 36 iglesias, en el marco de una ofensiva católica liderada por el Cardenal Santiago Copello. Este ambicioso plan buscaba fortalecer la presencia de la Iglesia en barrios periféricos y obreros, en respuesta a la creciente secularización y el avance de ideologías como el comunismo en la Argentina de mediados del siglo XX.

Massa, nacido en Balvanera en 1897 e hijo de inmigrantes italianos, desarrolló un sistema arquitectónico inspirado en el románico lombardo, adaptado a terrenos irregulares y presupuestos limitados. Su método modular y prefabricado permitió levantar templos en apenas seis meses, priorizando la funcionalidad y la solidez sobre el ornamento. "El buen diseño no es ostentación, sino servicio", sostenía Massa, según archivos diocesanos.

El 85% de las 42 nuevas parroquias construidas entre 1944 y 1959 llevan su impronta, aunque muchas veces no firmaba los planos por modestia o directivas superiores. Estas iglesias, conocidas como "clonadas" en círculos especializados, se convirtieron en hitos monumentales y refugios para los sectores más vulnerables de la ciudad.

El contexto político y social de la época fue determinante. El Cardenal Copello, primer cardenal latinoamericano, impulsó la construcción de 85 templos entre 1932 y 1959, financiados por donaciones de fieles y subsidios estatales. Su objetivo era hacer visible a la Iglesia como "una fortaleza inexpugnable" frente a los desafíos del laicismo y el comunismo.

Hoy, especialistas y vecinos reconocen el valor patrimonial y social de estas construcciones, aunque advierten sobre el deterioro de muchas de ellas debido a la falta de mantenimiento y protección. "Carlos Massa apela a un lenguaje románico en cuanto a la apariencia encastillada de sus templos", señala el profesor Juan Antonio Lázara, destacando la importancia de preservar este legado arquitectónico y espiritual que aún late en el corazón de Buenos Aires.