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21 de septiembre de 2025
Politica
Buenos Aires

El presente de Carlos "Chacho" Álvarez, a 25 años de su renuncia

• Chacho Álvarez, ex vicepresidente, sigue en silencio a 25 años de su renuncia • Se autocritica y reflexiona sobre la política argentina • Su figura proyecta enseñanzas y desencanto • Vive discretamente en Buenos Aires 🇦🇷

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A 25 años de su renuncia a la vicepresidencia, Carlos "Chacho" Álvarez permanece en silencio, evitando entrevistas y manteniéndose alejado de la política nacional. Su decisión de apartarse se produjo tras denunciar sobornos en el Senado, lo que precipitó la crisis de la Alianza y el colapso de la convertibilidad, marcando el inicio de una sucesión de presidentes peronistas.

Álvarez, quien fuera referente del Frepaso y símbolo de la lucha contra la corrupción en los años noventa, se autocritica con dureza y considera que su proyecto político fracasó. "No tengo autoridad política para hablar", afirma, justificando su silencio y el ostracismo que eligió como forma de expiación. Rechazó cargos políticos posteriores, aceptando únicamente representar a la Argentina en la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur.

En su vida cotidiana, Álvarez frecuenta el bar Varela Varelita en Palermo, donde es conocido por su oratoria lúcida y sus diagnósticos críticos sobre la política argentina. Sufre de EPOC y mantiene una vida discreta, alejada de los focos mediáticos. Sus reflexiones giran en torno a la falta de consensos, el antagonismo creciente y la relación entre política y negocios, señalando la ausencia de regeneración moral en la dirigencia actual.

El ex vicepresidente observa con distancia la actualidad política, considerando que figuras como Javier Milei necesitan consensos para gobernar y que la política argentina se ha orientado hacia el enfrentamiento, siguiendo la lógica del antagonismo promovida por teóricos como Ernesto Laclau. Álvarez rechaza la idea de la "casta" pero recuerda viejas prácticas de acomodos políticos, que él mismo intentó combatir durante su gestión.

La figura de Álvarez sigue proyectando enseñanzas sobre la política argentina, destacando la importancia de los acuerdos básicos y la sensibilidad social, aspectos que, según él, se han perdido en el proceso político reciente. Su autocrítica y destierro interno contrastan con la falta de piedad y exigencias éticas en la dirigencia actual, ofreciendo una mirada lúcida y desencantada sobre el presente y el futuro del país.