Santiago Caputo, asesor principal del presidente Javier Milei, ha recuperado un rol central en la política argentina tras su activa participación en la reciente aproximación entre el gobierno y el entorno de Donald Trump. Caputo, conocido por su influencia tras bambalinas y su falta de cargo formal, fue el artífice de la llamada "diplomacia paralela" que facilitó encuentros clave con operadores republicanos, especialmente Barry Bennett, quien se ha convertido en un interlocutor privilegiado entre Buenos Aires y Washington.

La semana en que Milei logró una foto con Trump coincidió con el fortalecimiento de Caputo dentro del oficialismo, aunque también profundizó las tensiones internas. Funcionarios de la Casa Rosada y figuras como Karina Milei y el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, han manifestado su preocupación por el creciente poder informal de Caputo, quien maneja áreas estratégicas como relaciones exteriores, comunicación y estrategia electoral. "Hay límites que no se pueden seguir cruzando", deslizó un funcionario, reflejando el malestar por la falta de controles institucionales sobre el asesor.

El vínculo con Estados Unidos se consolidó a partir de un contrato entre la SIDE y la consultora Tactic Global, dirigida por Bennett y el empresario argentino Leonardo Scatturice. Este acuerdo marcó el inicio de una serie de gestiones que incluyeron reuniones con diputados de la oposición y gobernadores, en las que Bennett transmitió las condiciones de la administración Trump: el apoyo a Milei dependerá de su capacidad para construir consensos políticos y garantizar estabilidad institucional.

En paralelo, la interna oficialista se intensificó. Karina Milei y sectores cercanos a Martín Menem han cuestionado la autonomía de Caputo, mientras que Francos lo instó públicamente a asumir un cargo formal y las responsabilidades legales que ello implica. La posibilidad de que Caputo sea designado jefe de Gabinete o en un superministerio es motivo de especulación, aunque persisten resistencias dentro del propio gobierno.

El contexto político es complejo: el oficialismo enfrenta dificultades para asegurar mayorías en el Congreso y negociar el Presupuesto 2026, mientras la presión de Estados Unidos se traduce en exigencias de reformas laborales y tributarias. La figura de Caputo, vista por algunos como garante de la relación bilateral, es también objeto de críticas por su estilo personalista y la falta de transparencia en su accionar.

A futuro, el desenlace de la interna y la eventual formalización del rol de Caputo serán determinantes para la gobernabilidad y la relación con Washington, en un escenario marcado por la incertidumbre y la necesidad de consensos amplios.