El PRO enfrenta una de las crisis más profundas de su historia reciente, marcada por la fuga de legisladores y una fuerte disputa interna en torno a la figura de Gisela Scaglia, presidenta del partido en Santa Fe y actual líder del bloque Provincias Unidas. En las últimas semanas, el bloque del PRO en la Cámara de Diputados se redujo drásticamente, pasando de 24 a apenas 12-13 integrantes, debido a la migración de diputados hacia La Libertad Avanza (LLA) y la formación de bloques provinciales e independientes.

La situación de Scaglia se convirtió en el epicentro del conflicto. Mientras un sector de la dirigencia nacional, encabezado por Martín Yeza y Florencia De Sensi, exige su expulsión y la intervención del PRO santafesino, la propia Scaglia defiende su pertenencia al partido y rechaza las acusaciones de actuar en contra de la fuerza. "Trabajo en el PRO y construyo desde el PRO. Me parece que nuestro partido tiene que pensar en cómo crecer y no achicarse", afirmó la diputada, quien también criticó la "cacería de brujas" interna y pidió aplicar la misma vara a quienes se acercaron a LLA.

La Mesa Nacional del PRO se reunió para analizar la situación, pero no alcanzó una definición sobre la posible expulsión de Scaglia ni sobre la intervención partidaria en Santa Fe. El malestar se extiende también a la provincia de Buenos Aires, donde el bloque sufrió nuevas fracturas y algunos senadores formaron agrupaciones alineadas con otros sectores.

En paralelo, el partido busca redefinir su estrategia y recuperar volumen político, con la mira puesta en las elecciones de 2027. Mauricio Macri, líder histórico del PRO, intenta frenar la sangría y reconstruir la identidad partidaria, mientras crecen las tensiones entre quienes proponen una mayor autonomía y quienes prefieren una alianza más estrecha con el oficialismo libertario.

El reordenamiento del PRO se da en un contexto de pérdida de poder territorial y bancas legislativas, tanto a nivel nacional como provincial y porteño. La consolidación de LLA como fuerza dominante en el Congreso y la falta de consenso interno sobre el rumbo a seguir plantean desafíos inéditos para el partido amarillo, que deberá resolver sus disputas internas si pretende volver a ser una alternativa competitiva en el escenario político argentino.