El Gobierno argentino reconoció que el déficit de cuenta corriente para 2025 será cinco veces mayor al pactado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), alcanzando el 2% del Producto Bruto Interno (PBI), según datos oficiales y estimaciones privadas. El informe del INDEC reveló que en el primer trimestre el déficit fue de USD 5.200 millones, impulsado principalmente por el aumento del turismo al exterior, mayores importaciones y un menor superávit comercial.

El ministro de Economía, Luis Caputo, defendió la situación al afirmar que "es absolutamente razonable y hasta sano para una economía que está creciendo al 6%". Caputo explicó que el déficit responde al repunte de la inversión y la recomposición de capital en un país que, según sus palabras, estaba "totalmente descapitalizado". Además, subrayó que el déficit actual es del sector privado y no del Estado, diferenciándolo de crisis anteriores donde el rojo externo financiaba el gasto público.

El viceministro José Luis Daza reforzó la postura oficial, señalando que "vivimos la crisis de Rusia, Tailandia, la Unión Europea, el elemento común es un gran déficit de cuenta corriente, pero importa la calidad, la razón y la magnitud". Daza sostuvo que el déficit es esperable en una economía en crecimiento y que el tipo de cambio flota libremente, sin intervención del Banco Central.

Sin embargo, varios economistas manifestaron preocupación por la sostenibilidad del programa económico. Carlos Melconian advirtió que el esquema cambiario vigente "tiene fecha de defunción" y anticipó presiones sobre el dólar si no se consigue financiamiento externo. Luis Secco remarcó que la acumulación de reservas es clave para evitar tensiones cambiarias, mientras que Martín Polo consideró que el déficit no es alarmante, pero sí una "luz amarilla" por su rápida dinámica y la necesidad de financiamiento.

Otros analistas, como Agustín Monteverde, minimizaron el impacto del déficit, argumentando que es propio de una economía en expansión y que el mercado cambiario es ahora más transparente. El debate entre funcionarios y economistas gira en torno a si el déficit es una señal de dinamismo económico o un punto débil estructural que podría derivar en problemas si no se financia adecuadamente.

El Gobierno insiste en que la situación es manejable y que el nuevo modelo económico, basado en el orden fiscal y monetario, evitará crisis como las del pasado. No obstante, la evolución del déficit externo será monitoreada de cerca por el FMI y los mercados internacionales, atentos a la capacidad de Argentina para sostener el crecimiento sin generar desequilibrios mayores.