La economía argentina atraviesa un momento de señales de alerta en su frente externo, a pesar de los avances logrados en materia fiscal durante los últimos meses. El programa económico implementado permitió alcanzar un equilibrio presupuestario temprano, lo que evitó la necesidad de financiar al Tesoro y contribuyó a frenar la inercia inflacionaria. Sin embargo, la acumulación de reservas internacionales se ha visto limitada, y el Banco Central no logró cumplir con la meta trimestral acordada con el Fondo Monetario Internacional, registrando un faltante de 4.650 millones de dólares.

El balance externo del país, que había mostrado un superávit del 0,8% del PBI en 2024, se proyecta en déficit del 2,1% para 2025. Este deterioro se explica principalmente por un aumento del gasto privado, tanto en consumo como en inversión, y no por el déficit público, como ocurrió en crisis anteriores. Las importaciones crecieron un 43% interanual en los primeros cinco meses del año, mientras que las exportaciones apenas aumentaron un 3%. Además, el déficit por turismo y viajes al exterior se incrementó un 60% en el último año, alcanzando los 8.500 millones de dólares.

La liberalización parcial del cepo cambiario permitió a las personas físicas acceder al mercado de divisas, lo que llevó a una fuerte demanda de dólares: en mayo, la formación de activos externos alcanzó los 3.200 millones de dólares, superando ampliamente los niveles de años previos. El gobierno intervino en el mercado de futuros y ajustó el tipo de cambio oficial para evitar oscilaciones bruscas, aunque estas medidas no son sostenibles a largo plazo.

En el plano político, la proximidad de las elecciones aumenta la presión sobre el mercado cambiario y la economía en general. Analistas advierten que, si no se corrigen los desequilibrios externos, podrían ser necesarias medidas de ajuste más severas, como una devaluación o un recorte del gasto privado, lo que impactaría en la actividad económica y el empleo. La comunicación oficial ha sido criticada por generar incertidumbre, y se destaca la importancia de mantener la credibilidad para evitar un escenario de crisis.

Se espera que la normalización total del mercado cambiario se concrete después de las elecciones, aunque persisten riesgos si la tendencia actual no se revierte. El desafío para el gobierno será sostener la estabilidad y la confianza en un contexto de reservas limitadas y creciente demanda de divisas.