La presencia de cervezas brasileñas en las góndolas de supermercados argentinos ha generado un fuerte impacto en el mercado local. En ciudades como Mar del Plata, una lata de 473 cc de la marca Itaipava se vende a menos de $1.000, mientras que las principales marcas nacionales, como Quilmes o Imperial, superan los $2.000. Esta diferencia de precios, que también se observa en otras regiones del país, responde a una combinación de factores económicos y comerciales.

La caída del consumo interno, estimada en un 6% en lo que va del año, se atribuye principalmente a la inflación y la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores. Ante este escenario, las cadenas de supermercados, enfrentando altos niveles de stock y una demanda retraída, optaron por importar cervezas desde Brasil, aprovechando condiciones cambiarias favorables y una mayor apertura de importaciones. "La industria de alimentos y bebidas no está ajena al impacto del llamado costo argentino", señalaron fuentes del sector, destacando la alta carga fiscal y los elevados costos logísticos que enfrenta la producción nacional.

El fenómeno no solo afecta a los productores formales, sino que también se ve agravado por el contrabando de cervezas desde países limítrofes, especialmente en zonas fronterizas. Comerciantes de localidades como Bernardo de Irigoyen advierten que la entrada de productos informales a precios mucho más bajos ha profundizado la caída de ventas en los comercios tradicionales.

La sobreoferta de cervezas importadas y la presión sobre los precios internos han llevado a las cerveceras argentinas a revisar sus estrategias comerciales y ajustar la producción, generando capacidad ociosa en varias plantas. Mientras tanto, los consumidores, cada vez más sensibles al precio, aprovechan promociones y descuentos en packs de importadas, modificando sus hábitos de compra.

El debate sobre la conveniencia de la apertura de importaciones se intensifica. Mientras algunos sectores reclaman medidas para proteger la industria local y el empleo, otros consideran que la competencia beneficia al consumidor al ofrecer más opciones y mejores precios. El futuro del mercado cervecero argentino dependerá de la evolución de estas tendencias y de las políticas que se adopten para equilibrar los intereses de productores y consumidores.