El regreso del asado con hueso a la Patagonia, tras 24 años de restricciones sanitarias, marcó un hito en el mercado cárnico argentino. La reciente decisión del gobierno nacional de flexibilizar la histórica barrera sanitaria del río Colorado permitió que frigoríficos del norte, como Swift, comenzaran a enviar carne vacuna con hueso a provincias como Neuquén, Río Negro y el norte de Chubut.

El impacto fue inmediato: los precios al público bajaron hasta un 50% en algunas carnicerías, pasando de valores cercanos a los $17.000 por kilo a rangos de $12.000 a $13.000. "El costillar se vendió a 12 mil pesos el kilo de las partes de los laterales, mientras que la parte del centro, que tiene un poco más de carne, a 13 mil pesos", detallaron desde una carnicería neuquina. El entusiasmo de los consumidores se reflejó en ventas récord y agotamiento de stock en pocas horas, mientras los comerciantes esperan nuevos cargamentos para satisfacer la creciente demanda.

La medida, sin embargo, no estuvo exenta de polémica. Productores patagónicos y autoridades de Santa Cruz manifestaron su rechazo, preocupados por el riesgo de perder el estatus sanitario internacional de la región, declarada libre de fiebre aftosa sin vacunación desde 2001. Santa Cruz, incluso, aprobó una ley provincial para mantener su propia barrera sanitaria y controlar el ingreso de productos agropecuarios.

El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) estableció estrictos requisitos para el ingreso de la carne: maduración, control de pH, empaque adecuado y trazabilidad del origen animal. A pesar de estas garantías, el debate continúa abierto. "Nunca hubo predisposición al diálogo de parte de los funcionarios", lamentó un dirigente rural de Río Negro, mientras que desde los frigoríficos del norte celebran la apertura como una oportunidad para ampliar su mercado y equilibrar la oferta y demanda nacional.

El trasfondo de la medida incluye años de sobrecostos para los consumidores patagónicos, quienes pagaban hasta un 30% más por la carne debido a la barrera sanitaria. Además, parte del consumo era abastecido por canales informales y contrabando. Ahora, con la apertura, se espera una mayor competencia, precios más accesibles y una diversificación de la oferta, aunque persisten las dudas sobre la aceptación del producto y la protección sanitaria regional.

El futuro del mercado cárnico patagónico dependerá de la evolución de las regulaciones, la respuesta de los consumidores y el resultado de las acciones legales impulsadas por los productores locales.