Darío Lopérfido, ex funcionario argentino y figura destacada de la cultura, ha reavivado el debate sobre la eutanasia en Argentina tras hacer pública su experiencia con la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Desde Madrid, donde reside y donde la eutanasia es legal desde 2021, Lopérfido compartió sus reflexiones sobre el derecho a decidir el final de la vida, describiendo la enfermedad como "una cárcel" y subrayando el alivio que le produce saber que puede acceder a la asistencia médica para morir si así lo decide.

En Argentina, el debate sobre la eutanasia ha cobrado fuerza en los últimos años, impulsado por casos como el de Lopérfido y otros pacientes con enfermedades terminales. Sin embargo, a pesar de que existen al menos seis proyectos de ley en el Congreso, ninguno ha sido tratado en el recinto. Actualmente, la legislación argentina solo contempla la ley de muerte digna y las directivas anticipadas, que permiten rechazar tratamientos pero no acceder a la eutanasia activa.

Encuestas recientes reflejan un amplio apoyo social a la eutanasia: estudios de la UBA y la Universidad de San Andrés indican que entre el 70% y el 79% de la población está a favor de permitir decisiones sobre la propia muerte en casos extremos. No obstante, el avance legislativo se ve obstaculizado por prioridades políticas y la oposición de sectores religiosos, especialmente la Iglesia Católica, que considera la eutanasia moralmente inadmisible.

Lopérfido, quien fue secretario de Cultura de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires, sostiene que "vivir es un derecho y no una obligación" y que "no se puede obligar a nadie a vivir cuando la vida se convierte en una tortura". Su testimonio, junto al de médicos y otros pacientes, ha puesto en primer plano la necesidad de un debate profundo y respetuoso sobre el derecho a una muerte digna en Argentina.

Mientras tanto, el país observa los avances en países vecinos como Uruguay, donde la eutanasia fue recientemente legalizada, y espera que el Congreso retome la discusión en 2026. El caso de Lopérfido sigue generando repercusiones y plantea interrogantes sobre los límites éticos, legales y sociales en torno al final de la vida.