Javier Milei y su partido La Libertad Avanza (LLA) atraviesan una etapa decisiva en la política argentina, marcada por la transición de un movimiento disruptivo a una fuerza institucionalizada. Tras la victoria legislativa de octubre, el liderazgo de Milei, acompañado por su hermana Karina, se ha enfocado en disciplinar la dirigencia y fortalecer la estructura territorial del partido, con el objetivo de garantizar su supervivencia más allá de la figura presidencial.

La consolidación de LLA se produce en un contexto de debilitamiento de la oposición tradicional. Encuestas recientes señalan que el 44% de la población percibe a la oposición como "descabezada", mientras que figuras como Axel Kicillof y Cristina Kirchner apenas logran captar el 24% y 23% de apoyo, respectivamente. Este vacío ha permitido a Milei capitalizar expectativas positivas, con indicadores de esperanza y confianza en ascenso entre la ciudadanía.

En paralelo, el oficialismo impulsa reformas clave, como la laboral, que propone cambios en el cálculo de indemnizaciones, flexibilización de la organización del trabajo y modificaciones en los descuentos sindicales. Estas iniciativas han generado debate entre gremios y empresarios, quienes advierten sobre el impacto en el financiamiento sindical y la protección de los trabajadores. Sin embargo, el Gobierno prioriza la aprobación de leyes como señal de gobernabilidad, más allá de la calidad del contenido.

El proceso de institucionalización de LLA ha implicado la intervención de provincias y la imposición de una lógica verticalista, lo que ha generado tensiones internas entre quienes defienden el personalismo de Milei y quienes apuestan por una identidad partidaria autónoma. Analistas advierten que el desafío será mantener la narrativa disruptiva sin diluir la esencia del movimiento en una estructura burocrática.

La comparación con el macrismo revela diferencias sustanciales en contexto y oportunidades. Mientras el macrismo perdió identidad y peso político, cediendo espacio a Milei, LLA enfrenta el reto de consolidar su liderazgo y evitar los errores de estabilización sin crecimiento económico que marcaron experiencias previas.

De cara a 2026 y 2027, la gobernabilidad exige pragmatismo y organización, mientras la proyección del partido dependerá de su capacidad para generar empleo de calidad y sostener el clima de expectativas positivas. El futuro de LLA y su liderazgo está en juego, en un escenario donde la política argentina rara vez se acomoda a los planes preestablecidos.