El 19 de septiembre de 1998, la vida de Susan Barrantes, madre de Sarah Ferguson y figura de la aristocracia británica, llegó a su fin en un trágico accidente automovilístico cerca de Tres Lomas, provincia de Buenos Aires. El hecho conmocionó tanto a la comunidad local como al Reino Unido, donde su historia personal y familiar era ampliamente conocida.

Barrantes, quien había elegido Argentina para rehacer su vida junto al polista Héctor Barrantes, transitaba una ruta bonaerense cuando su Land Rover chocó de frente contra una Trafic conducida por José María Rodríguez. El impacto fue fatal para Susan, quien falleció en el acto pese a llevar puesto el cinturón de seguridad. Rafael Barrantes, sobrino de Héctor y acompañante de Susan, sufrió heridas graves pero sobrevivió. Rodríguez, por su parte, resultó con una fractura en la pierna.

La noticia se propagó rápidamente, generando repercusiones en ambos países. En Tres Lomas, Susan era reconocida por su carácter afable y su integración a la vida rural, lejos del protocolo británico. "Era cordial, buena persona, humanitaria", coincidieron los empleados de la estancia El Pucará, donde vivió sus últimos años. La causa judicial fue caratulada como "homicidio culposo" y la autopsia se realizó en la localidad.

El Concejo Deliberante de Tres Lomas autorizó que Susan fuera sepultada en la estancia familiar, cumpliendo su deseo de descansar junto a Héctor Barrantes. La despedida reunió a sus hijas Jane y Sarah, familiares, amigos y figuras públicas como Susana Giménez. "Si alguna vez me pasa algo, quiero que me entierren al lado de El Gordo", había expresado Susan meses antes.

La vida de Susan Barrantes en Argentina estuvo marcada por la sencillez y la solidaridad, en contraste con el brillo de la corte británica. Tras enviudar, enfrentó dificultades económicas y mantuvo la estancia en memoria de su esposo. Su legado permanece en la comunidad, que la recuerda como una mujer que eligió la pampa y la cercanía humana por sobre el esplendor aristocrático. A 27 años del accidente, su figura sigue siendo símbolo de integración y humanidad.